Esta intervención queda acotada a la difusión de Engels de los textos de Marx sobre Francia y a sus aportes en los respectivos prólogos e introducciones.
Engels y el marxismo
En 2020, en el Congreso Internacional Engels Vive, indicamos que Engels reparó en la necesidad de que la clase obrera dispusiera de un frente teórico propio al que denominó marxismo. Precisamente, fue la necesidad de defender y desarrollar este frente, lo que le animó a redactar el AntiDuring y publicar luego parte de su contenido bajo el nombre de Socialismo utópico y socialismo científico. Según Engels, marxismo y socialismo científico son equivalentes.
Cuatro años antes de la Comuna de París, Marx publicó el primer libro de El Capital, y cuando la Comuna, trabajaba en los libros segundo y tercero, sin perder de vista la evolución de la lucha de clases, en la que participaba junto a la I Internacional. De ahí nacieron los textos de Marx publicados inicialmente el mismo año de la Comuna y recopilados luego por Engels bajo el nombre deLa guerra civil en Francia.
La experiencia acumulada durante la Comuna como fuente de enriquecimiento del marxismo
Para Marx y Engels, las lecciones de la Comuna adquirieron tal significado que les llevaron a indicar, en uno de los prólogos del Manifiesto Comunista, que la clase obrera no puede limitarse a adueñarse de la maquina estatal existente sino que debe darle un vuelco. Engels lo puntualizó más delante, en la introducción a La guerra civil en Francia, de la siguiente manera:
Últimamente, las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí́ la dictadura del proletariado! (Introducción de Engels a la 3ª edición alemana de La guerra civil en Francia, de Marx, publicada en 1891).
La valoración del significado de laComuna y de las causas de su caída motivaron la división irreconciliable de la I Internacional entre seguidores de Marx y Bakunin, lo que hizo saltar de nuevo a la vista, la relevancia, del frente teórico.
Engels como difusor y continuador del marxismo
Marx murió 12 años después de laComuna, sin terminar los volúmenes de El Capital que debían dar continuidad a la parte ya publicada. Engels, persistiendo en su empeño de dotar al proletariado de un propio frente teórico, quiso divulgar los escritos de Marx, editando sus obras completas y traduciéndolas a tantos idiomas como fuese posible y animó a seguir desarrollando el marxismo, algo que él también hizo con su propia obra científica. Sin embargo, dada la envergadura de la tarea, anticipó la edición de los libros segundo y tercero de El Capitaly se implicó en la reedición y traducción de algunas obras de Marx, vitales para el debate teórico de la época. Entre ellas encontramos los textos de Marx sobre Francia, de los cuales cuatro son los más relevantes y fueron acompañados del correspondiente prólogo (o introducción) de Engels: Miseria de la filosofía, La lucha de clases en Francia, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte y La guerra civil en Francia.
La concepción materialista de la historia
Miseria de la filosofía es anterior a la Comuna e incluso al Manifiesto Comunista. Fue escrita por Marx en francés polemizando con Proudhon que era, por aquel entonces, un referente para el movimiento obrero galo. Aunque cuando la Comuna, Proudhon ya había muerto, el proudhonismo estuvo presente, siendo una de las corrientes más influyentes, junto al blanquismo.
Engels redactó para la traducción del texto al alemán, un prólogo que aborda dos polémicas ineludibles entonces y que hoy siguen en la palestra, especialmente la segunda:
El prólogo a Miseria de la filosofía también alude a la concepción materialista de la historia, otro tema en litigio entonces (y ahora) y sobre el cual Engels incide al comienzo de su prólogo aLa lucha de clases en Francia.
Conviene recordar que, a finales del siglo XIX, desde filas supuestamente socialistas, aparecieron autores que sugerían precisar, corregir o refutar la concepción materialista de la historia.
Ello obligó a Engels a mandar varias cartas a sus allegados para clarificar el tema: Carta a Joseph Bloch el 21-IX-1890, Carta a Conrad Shmitd el 27-10-1890 y Carta a Sambart Heinz Starkenburg el 25-1-1894.
Las tres cartas son de una gran riqueza teórica, pero deben leerse con detenimiento, sin basarse en tal o cual frase suelta, sacada del contexto.
Como es sabido, Bernstein utilizó alguna de las cartas como armas arrojadizas para avalar su propuesta revisionista, y lo mismo hizo con el prólogo de Engels aLa lucha de clases en Francia.
Las cartas de Engels hacen una exquisita puntualización del contenido y significado de la concepción materialista de la historia. Bernstein, en cambio, las presentó como una modificación, e incluso ruptura con dicha concepción. De ahí que sea revelador que el prólogo a La lucha de clases en Francia empiece reivindicando la concepción materialista de la historia, al analizar la revolución de 1848 y la Comuna.
Estrategia marxista frente al revisionismo
El prólogo a La lucha de clases en Francia fue acortado por el propio Engels, al ser sometido a presión por la dirección de la socialdemocracia alemana, que temía que su contenido inicial diera alas a una posible ilegalización y perjudicara electoralmente al Partido. Por añadidura, el prólogo se publicó luego de manera selectiva, lo que enfureció a Engels, como dejó constancia en una carta a Lafargue donde señala:
Liebknecht me ha jugado una mala pasada. Ha escogido, de mi introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848 al 50, lo que pudiera servirle para defender la táctica pacífica a toda costa y hostil a la fuerza y la violencia, táctica que él mismo ha predicado con tanto cariño, especialmente ahora que en Berlín se preparan las leyes de excepción. Pero yo esta táctica la recomiendo solamente para Alemania en la época actual, e incluso así con gran reserva. En Francia, Bélgica, Italia y Austria esas tácticas no deben seguirse en su totalidad; y en Alemania podrían ser inaplicables mañana (Carta de Engels a Lafargue del 3 de abril de 1895).
Esta referencia, además de dilucidar la posición de Engels, impacta en otros dos temas que aún conservan actualidad:
Mientras Bernstein teorizó que el movimiento lo es todo y el fin no es nada, Engels, tras reivindicar la concepción materialista de la historia, señala cuál es el fin de la lucha de los partidos obreros, dándole, ¡en este caso sí!, validez universal.
Lo que da, además, a nuestra obra una importancia especialísima es la circunstancia de que en ella se proclama por vez primera la fórmula en que unánimemente los partidos obreros de todos los países del mundo resumen su demanda de una transformación económica: la apropiación de los medios de producción por la sociedad (Introducción de Engels a la edición de 1895 de Las luchas de clases en Francia, de Marx).
A continuación, avisa del contenido torpe de la reivindicación del derecho al trabajo, algo también actual, cuando el movimiento sindical mayoritario y los partidos de izquierdas, al menos en los países de la Unión Europea, se limitan a demandar creación de empleo y que los empleos sean de “calidad”.
La referencia al derecho al trabajo no aludía a lo que hoy conocemos como la parte del derecho que regula las relaciones laborales, sino al supuesto derecho de todo proletario a disponer de un trabajo que asegurarse su existencia. Eso es lo que decía Engels, reproduciendo unas palabras de Marx:
En el capítulo segundo, a propósito del “derecho al trabajo”, del que se dice que es la “primera fórmula, torpemente enunciada, en que se resumen las reivindicaciones revolucionarias del proletariado”, escribe Marx:
Pero detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y por consiguiente la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas” (Ibídem).
Nada que ver, pues, con el movimiento lo es todo, el fin no es nada. Todo lo contrario: movimiento encaminado a un fin y este fin conlleva la modificación de las relaciones sociales de producción.
Clarificar el fin que persiguen los partidos obreros era necesario, pues cuando esto fue escrito ya se había formado la II Internacional, y los textos de Marx, entonces publicados de nuevo, indicaban que la revolución de 1848 dejó al descubierto que el sujeto de las revoluciones futuras debe ser el proletariado. La Comuna lo avaló de nuevo.
Hasta aquella fecha, nos dice [Engels se refiere a lo que dice Marx], todas las revoluciones se habían reducido a la sustitución de una determinada dominación de una clase por otra; pero todas las clases dominantes anteriores sólo eran pequeñas minorías, comparadas con la masa del pueblo dominada. Una minoría dominante era derribada, y otra minoría empuñaba en su lugar el timón del Estado y amoldaba a sus intereses las instituciones estatales. Este papel correspondía siempre al grupo minoritario capacitado para la dominación y llamado a ella por el estado del desarrollo económico y, precisamente por esto y solo por esto, la mayoría dominada, o bien intervenía a favor de aquella en la revolución o aceptaba la revolución tranquilamente. Pero, prescindiendo del contenido concreto de cada caso, la forma común a todas estas revoluciones era la de ser revoluciones minoritarias. Aun cuando la mayoría cooperase en ellas, lo hacía –consciente o inconscientemente– al servicio de una minoría; pero esto, o simplemente la actitud pasiva, la no resistencia por parte de la mayoría, daba al grupo minoritario la apariencia de ser el representante de todo el pueblo (Ibídem).
Engels no sostiene que la vanguardia proletaria no pueda ser minoritaria, como algunos han querido interpretar maliciosamente para combatir al bolchevismo. Sostiene, como ya había hecho el Manifiesto Comunista, que la revolución futura no debe llevar al poder a una minoría explotadora, en sustitución de otra minoría también explotadora, sino que debe dar el poder a la mayoría explotada. De hecho, la revolución de 1848 y la Comuna de París ya pusieron de manifiesto la incursión del proletariado, con sus propias reivindicaciones, en la escena de la revolución. Pero se trataba de un proletario aún poco maduro e insuficientemente experto para la toma revolucionaria del poder.
Los valores burgueses de la Francia y la Alemania capitalistas
Recordemos que el prólogo de La lucha de clases en Francia se refiere a los textos sobre la revolución de 1848. Los dedicados a la Comuna fueron recopilados con el nombre de La guerra civil en Francia.
Pero en 1848 ya hubo una sangrienta matanza de obreros tras la intervención militar y la masacre fue aún más aterradora, tras la derrota militar de la Comuna. Engels lo explica así:
Hasta después de ocho días de lucha no cayeron en las alturas de Belleville y Ménilmontant los últimos defensores de la Comuna; y entonces llegó a su apogeo aquella matanza de hombres desarmados, mujeres y niños, que había hecho estragos durante toda la semana con furia creciente. Ya los fusiles de retrocarga no mataban bastante de prisa, y entraron en juego las ametralladoras para abatir por centenares a los vencidos. El Muro de los Federados del cementerio de Père Luchaise, donde se consumó́ el último asesinato en masa, queda todavía en pie, testimonio mudo pero elocuente del frenesí a que es capaz de llegar la clase dominante cuando el proletariado se atreve a reclamar sus derechos. Luego, cuando se vio que era imposible matarlos a todos, vinieron las detenciones en masa, comenzaron los fusilamientos de víctimas caprichosamente seleccionadas entre las cuerdas de presos y el traslado de los demás a grandes campos de concentración, donde esperaban la vista de los Consejos de Guerra. Las tropas prusianas que tenían cercado el sector nordeste de París recibieron la orden de no dejar pasar a ningún fugitivo, pero los oficiales con frecuencia cerraban los ojos cuando los soldados prestaban más obediencia a los dictados de humanidad que a las órdenes de superioridad; mención especial merece, por su humano comportamiento, el cuerpo de ejército de Sajonia, que dejó paso libre a muchas personas, cuya calidad de luchadores de la Comuna saltaba a la vista (Introducción de Engels a la 3ª edición alemana de La guerra civil en Francia).
He ahí una muestra “de los valores” que ha heredado la llamada Unión Europea, a través de la conducta de dos de sus países centrales (Francia y Alemania), que pese a estar enfrentados entonces en una guerra mortífera, unieron temporalmente sus ejércitos y liberaron a los soldados presos de guerra, para poder acabar cruelmente con los comuneros.
Esta violencia reaccionaria se produjo, como recuerda Engels, al comprobar que el proletariado salía a la palestra como clases para sí, poniendo sobre la mesa sus propias demandas mientras retenía las armas en sus manos.
Restricciones de la lucha de barricadas
La forma de lucha más utilizada por el proletariado, tanto en 1848 como en laComuna, fue la de las barricadas. En los dos casos, el proletariado acabó derrotado militarmente ante la superioridad de fuerzas del enemigo. De ahí que sea preciso vincular ambas derrotas al tratar las formas de lucha en general y las posibilidades de éxito, cuando la lucha queda restringida a las barricadas.
Sin embargo, hay que recordar que los obstáculos con los que se toparon en la revolución de 1848 y en la Comuna, no deben asociarse únicamente a las formas de lucha. También tuvieron que ver con el grado de desarrollo aún exiguo del capitalismo. Engels lo señala de manera autocrítica:
La historia nos ha dado un mentís, a nosotros y a cuantos pensaban de un modo parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estar maduro para poder eliminar la producción capitalista (Introducción de Engels a la edición de 1895 de Las luchas de clases en Francia).
La reacción violenta de la burguesía fue incentivada por sus posibilidades de prosperar de manera asombrosa como clases y por el temor de verlas truncadas. Estas posibilidades se constataron tras las derrotas de la revolución de 1848 y de la Comuna, al producirse entonces un fabuloso desarrollo de las fuerzas productivas.
Vayamos ya a tratar lo referente a las barricadas; empecemos con las palabras de Engels:
La rebelión al viejo estilo, la lucha en las calles con barricadas, que hasta 1848 había sido la decisiva en todas partes, estaba anticuada. […]
No hay que hacerse ilusiones: una victoria efectiva de la insurrección sobre las tropas en la lucha de calles, una victoria como en el combate entre dos ejércitos, es una de las mayores rarezas. Pero es verdad que también los insurrectos habían contado muy rara vez con esta victoria. Lo único que perseguían era hacer flaquear a las tropas mediante factores morales que en la lucha entre los ejércitos de dos países beligerantes no entran nunca en juego, o entran en un grado mucho menor (Ibídem).
Las victorias, señala Engels, solo llegaron cuando parte de las fuerzas militares cambiaron de bando, pasándose al lado de los insurrectos. Fue lo que ocurrió en la Comuna cuando los reaccionarios de Versalles quisieron arrebatar los cañones a los comuneros.
Todo ello lleva a Engels a la siguiente conclusión:
Por tanto, hasta en la época clásica de las luchas de calles, la barricada tenía más eficacia moral que material. Era un medio para quebrantar la firmeza de las tropas. Si se sostenía hasta la consecución de este objetivo, se alcanzaba la victoria; si no, venía la derrota. Este es el aspecto principal de la cuestión y no hay que perderlo de vista tampoco cuando se investiguen las posibilidades de las luchas callejeras que se puedan presentar en el futuro(Ibídem).
Luego Engels hace una referencia al armamento y al cambio urbanístico de las ciudades. El armamento era más sofisticado y eficiente y ya existían grandes avenidas por las que la tropa podía circular con rapidez y comodidad. Aun así, al enfrentarse a la Comuna, cuando los edificios dificultaban el avance militar, el ejército los demolió a cañonazos, acusando de ello a los comuneros. Luego, el capital, encontró un filón para su valorización, en la reconstrucción de la ciudad.
Ambas cuestiones son de una gran actualidad. Hoy las luchas callejeras la suelen frenar inicialmente la policía, operando en espacios urbanos que facilitan sus operaciones. Interviene con balas de goma (o de otros materiales), mangueras de agua, cargas, detenciones selectivas e incluso secuestros y asesinatos, en función de la envergadura del conflicto. Cuando ello resulta insuficiente, aparece el ejército.
¿Qué varió en el bando del pueblo?
En cambio, del lado de los insurrectos todas las condiciones han empeorado. Una insurrección con la que simpaticen todas las capas del pueblo se da ya difícilmente; en la lucha de clases, tal vez ya nunca se agruparán las capas medias en torno al proletariado de un modo tan exclusivo que el partido de la reacción, que se congrega en torno a la burguesía, constituya, en comparación con aquellas, una minoría insignificante. El “pueblo” aparecerá́, pues, siempre dividido, con lo cual faltará una formidable palanca, que en 1848 fue de una eficacia extrema (Ibídem).
Este tramo final es importante, sobre todo cuando una y otra vez oímos que la lucha revolucionaria “divide a la ciudadanía”. Pues sí, como señala Engels, divide, ya que los explotadores y los imperialistas logran que una parte del pueblo se sitúe en su bando. Justo lo contrario que ocurría inicialmente en las primeras luchas de barricadas. Pero esta evidencia no nos debe llevar, en ningún caso, a renunciar a la lucha revolucionaria, si bien se debe tener en cuenta al diseñar la táctica.
Las referencias finales a la lucha de barricadas son aún más decisivas, especialmente para aquellos que presentan la explicación de Engels sobre los límites de las barricadas como una renuncia a estas:
¿Quiere decir esto que en el futuro los combates callejeros no vayan a desempeñar ya papel alguno? Nada de eso. Quiere decir únicamente que, desde 1848, las condiciones se han hecho mucho más desfavorables para los combatientes civiles y mucho más ventajosas para las tropas. Por tanto, una futura lucha de calles solo podrá́ vencer si esta desventaja de la situación se compensa con otros factores. Por eso se producirá́ con menos frecuencia en los comienzos de una gran revolución que en su transcurso ulterior y deberá́ emprenderse con fuerzas más considerables. Y estas preferirán, indudablemente, el ataque abierto a la táctica pasiva de barricadas, como ocurrió́ en toda la gran revolución francesa, así como el 4 de septiembre y el 31 de octubre de 1870, en París (Ibídem).
Necesidad de una táctica política
¿Qué ocurrió el 4 de septiembre y el 31 de octubre en París?
En ambos casos se trató de decisiones políticas, aprovechando una crisis de Estado, encaminadas a la toma de poder, que permitieron a la Comuna, abordar con rapidez grandes reformas:
Méritos y limitaciones de la comuna
En un espacio corto de tiempo hubo así una sucesión de reformas que, en muchos supuestos, aún son necesarias hoy, y que los reformistas, cuando están en el gobierno, no se atreven a implantar y, si se atreven, es tímidamente y en espacios de tiempo exageradamente largos. Sin embargo, la importancia de estas reformas no puede hacernos olvidar que, en el terreno económico, no se llevaron a cabo muchas cosas que se debían haber realizado.
Lo más difícil de comprender es indudablemente el santo temor con que aquellos hombres se detuvieron respetuosamente en los umbrales del Banco de Francia. Fue este además un error político muy grave. El Banco de Francia en manos de la Comuna hubiera valido más que diez mil rehenes. Hubiera significado la presión de toda la burguesía francesa sobre el Gobierno de Versalles para que negociase la paz con la Comuna. (Introducción de Engels a la 3ª edición alemana de La guerra civil en Francia).
Ahora bien, pese a las limitaciones, la dinámica de los acontecimientos obligó a impulsar medidas que chocaban de lleno con los planteamientos doctrinarios de proudhonianos y blanquistas, que fueron mayoritarios entre los comuneros.
Pero aún es más asombroso el acierto de muchas de las cosas que se hicieron, a pesar de estar compuesta la Comuna de proudhonianos y blanquistas. Por supuesto, cabe a los proudhonianos la principal responsabilidad por los decretos económicos de la Comuna, lo mismo en lo que atañe a sus méritos como a sus defectos; a los blanquistas les incumbe la responsabilidad principal por los actos y las omisiones políticos. Y, en ambos casos, la ironía de la historia quiso –como acontece generalmente cuando el poder cae en manos de doctrinarios– que tanto unos como otros hiciesen lo contrario de lo que la doctrina de su escuela respectiva prescribía(Ibídem).
Lucha electoral y táctica comunista
Tras señalar los límites y potencialidades de la lucha callejera y la necesidad de compensarlos con otros componentes como los que acabamos de ver, Engels aborda el papel de la lucha electoral, felicitándose por los avances en Alemania, en este terreno. Anima a utilizar esta forma de lucha y alerta, a la vez, que los progresos electorales, cuando cuestionen el poder del enemigo, pueden sobrellevar un choque similar al de la Comuna, que, como ya sabemos, fue considerada por Marx como una guerra civil:
Y solo hay un medio para poder contener momentáneamente el crecimiento constante de las fuerzas socialistas de combate en Alemania e incluso para llevarlo a un retroceso pasajero: un choque en gran escala con las tropas, una sangría como la de 1871 en París. Aunque, a la larga, también esto se superaría. Para borrar del mundo a tiros un partido de millones de hombres no bastan todos los fusiles de repetición de Europa y América. Pero el desarrollo normal se interrumpiría; no se podría disponer tal vez de la fuerza de choque en el momento crítico; la lucha decisiva se retrasaría, se postergaría y llevaría aparejados mayores sacrificios (Introducción de Engels a la edición de 1895 de Las luchas de clases en Francia).
Democracia burguesa y Estado capitalista
Engels, pues, señaló las posibilidades abiertas con la participación electoral y los desafíos que ello comporta, pero antes ya indicó (en la Introducción a La guerra civil en Francia) tomando como referencia a Norteamérica, cuál es el auténtico talante de las democracias burguesas allí donde el capitalismo arraiga y cuáles son las características de su aparato estatal:
No hay ningún país en que los “políticos” formen un sector más poderoso y más separado de la nación que en Norteamérica. Allí cada uno de los dos grandes partidos que alternan en el Gobierno está a su vez gobernado por gentes que hacen de la política un negocio, que especulan con las actas de diputado de las asambleas legislativas de la Unión y de los distintos Estados federados, o que viven de la agitación en favor de su partido y son retribuidos con cargos cuando este triunfa […]. Allí no hay dinastía, ni nobleza, ni ejército permanente –fuera del puñado de hombres que montan la guardia contra los indios–, ni burocracia con cargos permanentes o derechos pasivos. Y, sin embargo, en Norteamérica nos encontramos con dos grandes cuadrillas de especuladores políticos que alternativamente se posesionan del poder estatal y lo explotan por los medios y para los fines más corrompidos; y la nación es impotente frente a estos dos grandes carteles de políticos, pretendidos servidores suyos, pero que, en realidad, la dominan y la saquean (Introducción de Engels a la 3ª edición alemana de La guerra civil en Francia).
Hoy podemos añadir que estas dos grandes cuadrillas de políticos norteamericanos también pretenden dominar y saquear en otras partes del mundo.
Lo que Engels dice del Estado norteamericano, lo podemos encontrar, en mayor o menor grado, en los Estados del centro capitalista. Por eso, como mostró la Comuna, la labor de los revolucionaros ha de encaminarse a demoler el viejo poder estatal y sustituirlo por otro nuevo, realmente democrático y popular, bajo dirección proletaria.
En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, es un mal que se transmite hereditariamente al proletariado triunfante en su lucha por la dominación de clase. El proletariado victorioso, lo mismo que hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los lados peores de este mal, entretanto que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo este trasto viejo del Estado (Ibídem).
Conclusiones
Los acontecimientos actuales avalan los consejos y previsiones de Engels: