El análisis y la reflexión de un hecho trascendental en la historia del movimiento obrero y de las capas populares, como lo fue sin duda la heroica lucha de la Comuna de París por construir una nueva sociedad, nos invita a considerar sus aspectos más relevantes que, a modo de enseñanza, no debemos olvidar para estos tiempos actuales, tan necesitados de profundas transformaciones sociales.
Son muchos, pero quiero resaltar ahora el que hace referencia a la necesidad de que los cambios revolucionarios vayan estrechamente vinculados a dar rápida satisfacción a las demandas populares más sentidas, necesarias y urgentes de los trabajadores y los sectores populares.
Cuando así ocurre es porque tales transformaciones revolucionarias están siendo protagonizadas, precisamente, por el conjunto de los oprimidos y explotados. Cuestión válida tanto para las transformaciones sociales que trastocan el régimen de la propiedad privada de los medios de producción, como aquellas otras que modifican la estructura del aparado del Estado, sin alterar el modo de producción capitalista, pero que reflejan, no obstante, una nueva correlación de fuerzas favorable al movimiento obrero y a las capas populares.
Se ha dicho en muchas ocasiones cómo la Comuna de París adoptó de manera inmediata medidas tales como la defensa de la enseñanza laica integral, la organización de un sistema comunal de seguros sociales para cubrir riesgos como el paro y la quiebra, la condonación de alquileres impagados, la prohibición del trabajo nocturno de los obreros panaderos, la fijación de un tope de retribución para los funcionarios en consonancia con los salarios de los obreros, la supresión de las casas de empeño privadas, la confiscación de los bienes del clero, la igualdad salarial para maestros y maestras y el incremento de sus retribuciones, la legalización de las ocupaciones por lo obreros de fábricas y talleres abandonados por sus dueños, la supresión del ejército permanente y otras tantas.
Pero junto a estas decisiones que se implementaron de inmediato por la Comuna en favor de los trabajadores y capas populares, también se adoptó otra no menos importante como fue la defensa de la República como única forma de gobierno compatible con la libertad y la soberanía popular unida al reconocimiento de los más amplios derechos y libertades democráticas.
Precisamente, aquí en España tenemos una tarea precomunal: la de restaurar la República, finiquitar el régimen del 78, corrupto desde su mismo nacimiento y desde las más altas instancias del aparato del Estado, con una ultraderecha muy presente en la cúpula del poder judicial, sometido a los dictados del imperialismo, con gobiernos de diferentes signo político en las últimas cuatro décadas pero que han aplicado y aplican, todos ellos, políticas neoliberales contrarias a la mayoría social. Y liquidar, finalmente, un sistema de derechos y libertades limitados para sustituirlo por otro de plenos derechos y libertades democráticas que acelere el proceso de una lucha de clases protagonizada por los trabajadores y las capas populares.
La República en España solo será posible si recuperamos el sindicalismo de clase, el sindicalismo revolucionario y combativo, y abandonamos de manera definitiva el sindicalismo de pacto social y de colaboración con el capital. Al tiempo que promovemos desde las organizaciones políticas y sociales democráticas una amplia movilización y lucha en la calle, en los barrios y en los centros de trabajo, única forma de que la mayoría social, hoy víctima del neoliberalismo, recupere el protagonismo necesario que nos conduzca a un proceso constituyente republicano que atienda, como hizo la Comuna, los intereses más perentorios de los trabajadores y capas populares, así como que regule con la máxima amplitud y precisión un régimen de derechos y libertades democráticas plenas.